lunes, 14 de enero de 2013


Jean-Jacques Rousseau y el buen salvaje.


Al analizarlo, Rousseau, comienza a despojarlo de todas las cualidades que no le son naturales, que ha adquirido en sociedad, como la razón, el habla, y lo social. Lo considera principalmente un animal, como cualquiera, un hombre salvaje que se ama a sí mismo inspirado por la naturaleza, por el impulso de autoconservarse y la compasión por otros. Posee una cierta bondad natural e innata, es decir, que este en su estado natural es bueno por que no hace daño, también lo considera igual en condiciones   e independiente porque no tiene derechos ni tiene deberes de someterse a otro. En un sentido moral, en el estado de naturaleza el hombre no es ni bueno ni malo, sino que es inocente porque es ignorante. Sin embargo, hay dos características que lo diferencian de un animal cualquiera y es que este tiene la libertad de voluntad y tiene conciencia de ello. Y lo segundo es que el hombre es un ser con capacidad de desarrollo humano, es decir de perfeccionarse. Su impulso natural o su guía moral, es su conciencia, que es un instinto divino e inmortal que ordena a este ser limitado e ignorante, pero a la vez inteligente y libre de actuar. La conciencia da fundamento a la razón pero no al revés, para Rousseau, un antiracionalista, la naturaleza, a diferencia de la razón, no engaña por eso se sigue a esta. 

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